jueves, 21 de noviembre de 2013

ACUSARSE A SÍ MISMO

La Esencia que cada uno de nosotros lleva en su Interior, viene de arriba, del Cielo, de las estrellas...

Incuestionablemente la Esencia maravillosa proviene de la nota "LA" (La Vía Láctea, la Galaxia en que vivimos).

Preciosa la Esencia pasa a través de la nota "SOL" (El Sol) y luego de la nota "FA" (La Zona Planetaria) entra en este mundo y penetra en nuestro propio interior.

Nuestros padres crearon el cuerpo apropiado para la recepción de esta Esencia que viene de las Estrellas...

Trabajando intensamente sobre nosotros mismos y sacrificándonos por nuestros semejantes, regresaremos victoriosos al seno profundo de Urania...

Nosotros estamos viviendo en este mundo por algún motivo, para algo, por algún factor especial...

Obviamente en nosotros hay mucho que debemos ver, estudiar y comprender, si es que en realidad anhelamos saber algo sobre nosotros mismos, sobre nuestra propia vida...

Trágica es la existencia de aquel que muere sin haber conocido el motivo de su vida...

Cada uno de nosotros debe descubrir por si mismo el sentido de su propia vida, aquello que lo mantiene prisionero en la cárcel del dolor...

Ostensiblemente hay en cada uno de nosotros algo que nos amarga la vida y contra lo cual necesitamos luchar firmemente...

No es indispensable que continuemos en desgracia, es impostergable reducir a polvareda cósmica eso que nos hace tan débiles e infelices.

De nada sirve engreírnos con títulos, honores, diplomas, dinero, vano racionalismo subjetivo, consabidas virtudes, etc., etc., etc.

No debemos olvidar jamás que la hipocresía y las tontas vanidades de la falsa personalidad, hacen de nosotros gentes torpes, rancias, retardatarias, reaccionarias, incapaces para ver lo nuevo...

La muerte tiene muchos significados tanto positivos como negativos. Consideremos aquella magnifica observación del "Gran KABIR Jesús el Cristo".

"Que los muertos sepulten a sus muertos". Muchas gentes aunque viven están de hecho muertas para todo posible trabajo sobre sí mismas y por ende, para cualquier transformación íntima.

Son personas embotelladas entre sus dogmas y creencias; gentes petrificadas en los recuerdos de muchos ayeres; individuos llenos de prejuicios ancestrales; personas esclavas del que dirán, espantosamente tibias, indiferentes, a veces "sabihondas" convencidas de estar en la verdad porque así se lo dijeron, etc., etc., etc.

No quieren esas gentes entender que este mundo es un "Gimnasio Psicológico" mediante el cual seria posible aniquilar esa fealdad secreta que todos llevamos dentro...

Si esas pobres gentes comprendieran el estado tan lamentable en que se encuentran, temblarían de horror...

Empero, tales personas piensan siempre de sí mismas lo mejor; se jactan de sus virtudes, se sienten perfectas, bondadosas, serviciales, nobles, caritativas, inteligentes, cumplidoras de sus deberes, etc.

La vida práctica como escuela es formidable, pero tomarla como un fin en sí misma, es manifiestamente absurdo.

Quienes toman la vida en sí misma, tal como se vive diariamente, no han comprendido la necesidad de trabajar sobre si mismos para lograr una "Transformación Radical".

Desgraciadamente las gentes viven mecánicamente, nunca han oído decir algo sobre el trabajo interior...

Cambiar es necesario pero las gentes no saben como cambiar; sufren mucho y ni siquiera saben porque sufren...


Tener dinero no es todo. La vida de muchas personas ricas suele ser verdaderamente trágica...

Samael Aun Weor

LA ESENCIA

Lo que hace bello y adorable a todo niño recién nacido es su Esencia; ésta constituye en sí misma su verdadera realidad...

El normal crecimiento de la Esencia en toda criatura, ciertamente es muy residual, incipiente...

El cuerpo humano crece y se desarrolla de acuerdo con las leyes biológicas de la especie, sin embargo tales posibilidades resultan por sí mismas muy limitadas para la Esencia...

Incuestionablemente la Esencia sólo puede crecer por sí misma sin ayuda, en pequeñísimo grado...

Hablando francamente y sin ambages diremos que el crecimiento espontáneo y natural de la Esencia, sólo es posible durante los primeros tres, cuatro y cinco años de edad, es decir, en la primera etapa de la vida...

La gente piensa que el crecimiento y desarrollo de la Esencia se realiza siempre en forma continua, de acuerdo con la mecánica de la evolución, más el Gnosticismo Universal enseña claramente que esto no ocurre así...

Con el fin de que la Esencia crezca más, algo muy especial debe suceder, algo nuevo hay que realizar.

Quiero referirme en forma enfática al trabajo sobre sí mismo. El desarrollo de la Esencia únicamente es posible a base de trabajos conscientes y padecimientos voluntarios...

Es necesario comprender que estos trabajos no se refieren a cuestiones de profesión, bancos, carpintería, albañilería, arreglo de líneas férreas o asuntos de oficina...

Este trabajo es para toda persona que ha desarrollado la personalidad; se trata de algo Psicológico...

Todos nosotros sabemos que tenemos dentro de sí mismos eso que se llama EGO, YO, MI MISMO, SÍ MISMO...

Desgraciadamente la Esencia se encuentra embotellada, enfrascada, entre el EGO y esto es lamentable.

Disolver el YO Psicológico, desintegrar sus elementos indeseables, es urgente, inaplazable, impostergable... así es el sentido del trabajo sobre sí mismo.

Nunca podríamos libertar la Esencia sin desintegrar previamente el YO Psicológico...

En la Esencia está la Religión, el BUDDHA, la Sabiduría, las partículas de dolor de nuestro Padre que esta en los Cielos y todos los datos que necesitamos para la AUTO-REALIZACIÓN INTIMA DEL SER.

Nadie podría aniquilar el YO Psicológico sin eliminar previamente los elementos inhumanos que llevamos dentro...

Necesitamos reducir a cenizas la crueldad monstruosa de estos tiempos: la envidia que desgraciadamente ha venido a convertirse en el resorte secreto de la acción; la codicia insoportable que ha vuelto la vida tan amarga; la asqueante maledicencia; la calumnia que tantas tragedias origina; las borracheras; la inmunda lujuria que huele tan feo; etc., etc., etc.
A medida que todas esas abominaciones se van reduciendo a polvareda cósmica, la Esencia además de emanciparse, crecerá y se desarrollará armoniosamente...

Incuestionablemente cuando el YO Psicológico ha muerto, resplandece en nosotros la Esencia...

La Esencia libre nos confiere belleza intima; de tal belleza emanan la felicidad perfecta y el verdadero Amor...

La Esencia posee múltiples sentidos de perfección y extraordinarios poderes naturales...


Cuando "Morimos en Sí Mismos", cuando disolvemos el YO Psicológico, gozamos de los preciosos sentidos y poderes de la Esencia...

Samael Aun Weor

LAS TINIEBLAS

 
Uno de los problemas más difíciles de nuestra época ciertamente viene a ser el intrincado laberinto de las teorías.

Indubitablemente, por estos tiempos se han multiplicado exorbitantemente por aquí, por allá y acullá las escuelas seudo-esoteristas y seudo-ocultistas.

La mercadería de almas, de libros y teorías es pavorosa, raro es aquel que entre la telaraña de tantas ideas contradictorias logre en verdad hallar el camino secreto.

Lo más grave de todo esto es la fascinación intelectiva; existe la tendencia a nutrirse estrictamente en forma intelectual con todo lo que llega a la mente.

Los vagabundos del intelecto ya no se contentan con toda esa librería subjetiva y de tipo general que abunda en los mercados de libros, sino que ahora y para colmo de los colmos, también se atiborran e indigestan con el seudo-esoterismo y seudo-ocultismo barato que abunda por doquiera como la mala hierba.

El resultado de todas estas jergas es la confusión y desorientación manifiesta de los bribones del intelecto.

Constantemente recibo cartas y libros de toda especie; los remitentes como siempre interrogándome sobre ésta o aquella escuela, sobre tal o cual libro, yo me limito a contestar lo siguiente: Deje Ud. la ociosidad mental; a Ud. no tiene porqué importarle la vida ajena, desintegre el yo animal de la curiosidad, a Ud. no deben importarle las escuelas ajenas, vuélvase serio, conózcase a sí mismo, estúdiese a sí mismo, obsérvese a sí mismo, etc., etc., etc.

Realmente lo importante es conocerse a sí mismo profundamente en todos los niveles de la mente.

Las tinieblas son la inconsciencia; la luz es la conciencia; debemos permitir que la luz penetre en nuestras tinieblas; obviamente la luz tiene poder para vencer a las tinieblas.

Desgraciadamente las gentes se encuentran auto-encerradas dentro del ambiente fétido e inmundo de su propia mente, adorando a su querido Ego.

No quieren darse cuenta las gentes de que no son dueños de su propia vida, ciertamente cada persona está controlada desde adentro por muchas otras personas, quiero referirme en forma enfática a toda esa multiplicidad de yoes que llevamos dentro.

Ostensiblemente cada uno de esos yoes pone en nuestra mente lo que debemos pensar, en nuestra boca lo que debemos decir, en el corazón lo que debemos sentir, etc.

En estas condiciones la humana personalidad no es más que un robot gobernado por distintas personas que se disputan la supremacía y que aspiran al supremo control de los centros capitales de la máquina orgánica.

En nombre de la verdad hemos de afirmar solemnemente que el pobre animal intelectual equivocadamente llamado hombre aunque se crea muy equilibrado vive en un desequilibrio psicológico completo.

El mamífero intelectual en modo alguno es unilateral, si lo fuera sería equilibrado.

El animal intelectual es desgraciadamente multilateral y eso está demostrado hasta la saciedad.

¿Cómo podría ser equilibrado el humanoide racional? Para que exista equilibrio perfecto se necesita de la conciencia despierta.

Solo la luz de la conciencia dirigida no desde de los ángulos sino en forma plena central sobre nosotros mismos, puede acabar con los contrastes, con las contradicciones psicológicas y establecer en nosotros el verdadero equilibrio interior.

Si disolvemos todo ese conjunto de yoes que en nuestro interior llevamos, viene el despertar de la conciencia y como secuencia o corolario el equilibrio verdadero de nuestra propia psiquis.

Desafortunadamente no quieren darse cuenta las gentes de la inconsciencia en que viven; duermen profundamente.

Si las gentes estuvieran despiertas, cada cual sentiría a sus prójimos en sí mismos.

Si las gentes estuvieran despiertas, nuestros prójimos nos sentirían en su interior.

Entonces obviamente las guerras no existirían y la tierra entera sería en verdad un paraíso.

La luz de la conciencia, dándonos verdadero equilibrio psicológico, viene a establecer cada cosa en su lugar, y lo que antes entraba en conflicto íntimo con nosotros, de hecho queda en su sitio adecuado.

Es tal la inconsciencia de las multitudes que ni siquiera son capaces de encontrar la relación existente entre luz y conciencia.

Incuestionablemente luz y conciencia son dos aspectos de lo mismo; donde hay luz hay conciencia.

La inconsciencia es tinieblas y éstas últimas existen en nuestro interior.

Solo mediante la auto-observación psicológica permitimos que la luz penetre en nuestras propias tinieblas.


"La luz vino a las tinieblas pero las tinieblas no la comprendieron".

Samael Aun Weor

miércoles, 20 de noviembre de 2013

EL YO PSICOLÓGICO


Esta cuestión del mí mismo, lo que yo soy, eso que piensa, siente y actúa, es algo que debemos auto-explorar para conocer profundamente.

Existen por doquiera muy lindas teorías que atraen y fascinan; empero de nada serviría todo eso si no nos conociésemos a sí mismos.

Es fascinante estudiar astronomía o distraerse un poco leyendo obras serias, sin embargo, resulta irónico convertirse en un erudito y no saber nada sobre sí mismo, sobre el yo soy, sobre la humana personalidad que poseemos.

Cada cual es muy libre de pensar lo que quiera y la razón subjetiva del animal intelectual equivocadamente llamado hombre da para todo, lo mismo puede hacer de una pulga un caballo que de un caballo una pulga; son muchos los intelectuales que viven jugando con el racionalismo ¿Y después de todo qué?

Ser erudito no significa ser sabio. Los ignorantes ilustrados abundan como la mala hierba y no solamente no saben sino, además, ni siquiera saben que no saben.

Entiéndase por ignorantes ilustrados los sabihondos que creen que saben y ni siquiera se conocen a sí mismos.

Podríamos teorizar hermosamente sobre el yo de la Psicología, mas no es eso precisamente lo que nos interesa en este capítulo.

Necesitamos conocernos a sí mismos por vía directa sin el proceso deprimente de la opción.

En modo alguno sería esto posible sino nos auto-observáramos en acción de instante en instante, de momento en momento.

No se trata de vernos a través de alguna teoría o de una simple especulación intelectiva.

Vernos directamente tal cual somos es lo interesante; sólo así podremos llegar al conocimiento verdadero de sí mismos.

Aunque parezca increíble nosotros estamos equivocados con respecto a sí mismos.

Muchas cosas que creemos no tener tenemos y muchas que creemos tener no tenemos.

Nos hemos formado falsos conceptos sobre si mismos y debemos hacer un inventario para saber qué nos sobra y qué nos falta.

Suponemos que tenemos tales o cuales cualidades que en realidad no tenemos y muchas virtudes que poseemos ciertamente las ignoramos.

Somos gente dormida, inconsciente y eso es lo grave. Desafortunadamente pensamos de sí mismos lo mejor y ni siquiera sospechamos que estamos dormidos.

Las sagradas escrituras insisten en la necesidad de despertar, mas no explican el sistema para lograr ese despertar.

Lo peor del caso es que son muchos los que han leído las sagradas escrituras y ni siquiera entienden que están dormidos.

Todo el mundo cree que se conoce a sí mismo y ni remotamente sospechan que existe "la doctrina de los muchos".

Realmente el yo psicológico de cada cual es múltiple, deviene siempre como muchos.
Con esto queremos decir que tenemos muchos yoes y no uno solo como suponen siempre los ignorantes ilustrados.

Negar la doctrina de los muchos es hacerse tonto a sí mismo, pues de hecho sería el colmo de los colmos ignorar las contradicciones íntimas de que cada uno de nosotros posee.

Voy a leer un periódico, dice el yo del intelecto; al diablo con tal lectura, exclama el yo del movimiento; prefiero ir a dar un paseo en bicicleta. Qué paseo ni qué pan caliente, grita un tercero en discordia; prefiero comer, tengo hambre.

Si nos pudiésemos ver en un espejo de cuerpo entero, cual somos, descubriríamos por sí mismos en forma directa la doctrina de los muchos.

La humana personalidad es tan solo una marioneta controlada por hilos invisibles.

El yo que hoy jura amor eterno por la Gnosis, es más tarde desplazado por otro yo que nada tiene que ver con el juramento; entonces el sujeto se retira.

El yo que hoy jura amor eterno a una mujer es más tarde desplazado por otro que nada tiene que ver con ese juramento, entonces el sujeto se enamora de otra y el castillo de naipes se va al suelo.

El animal intelectual equivocadamente llamado hombre es como una casa llena de mucha gente.

No existe orden ni concordancia alguna entre los múltiples yoes, todos ellos riñen entre sí y se disputan la supremacía. Cuando alguno de ellos consigue el control de los centros capitales de la máquina orgánica, se siente el único, el amo, empero al fin es derrocado.

Considerando las cosas desde este punto de vista, llegamos a la conclusión lógica de que el mamífero intelectual no tiene verdadero sentido de responsabilidad moral.

Incuestionablemente lo que la máquina diga o haga en un momento dado, depende exclusivamente del tipo de yo que en esos instantes la controle.

Dicen que Jesús de Nazareth sacó del cuerpo de Maria Magdalena siete demonios, siete yoes, viva personificación de los siete pecados capitales.

Obviamente cada uno de estos siete demonios es cabeza de legión, por ende debemos sentar como corolario que el Cristo íntimo pudo expulsar del cuerpo de la Magdalena millares de yoes.

Reflexionando todas estas cosas podemos inferir claramente que lo único digno que nosotros poseemos en nuestro interior es la ESENCIA, desafortunadamente la misma se encuentra enfrascada entre todos esos múltiples yoes de la Psicología revolucionaria.

Es lamentable que la esencia se procese siempre en virtud de su propio embotellamiento.


Incuestionablemente la esencia o conciencia que es lo mismo, duerme profundamente.

Samael Aun Weor

EL ANTICRISTO


El chispeante intelectualismo como funcionalismo manifiesto del Yo psicológico, indubitablemente es EL ANTICRISTO.

Quienes suponen que el ANTICRISTO es un personaje extraño nacido en tal o cual lugar de la tierra o venido de este o de aquel país, están ciertamente completamente equivocados.

Hemos dicho en forma enfática que el ANTICRISTO no es en modo alguno un sujeto definido, sino todos los sujetos.

Obviamente el ANTICRISTO radica en el fondo de cada persona y se expresa en forma múltiple.

El intelecto puesto al servicio del espíritu resulta útil; el intelecto divorciado del espíritu deviene inútil.

Del intelectualismo sin espiritualidad surgen los bribones, viva manifestación del ANTICRISTO.

Obviamente el bribón en sí mismo y por si mismo es el ANTICRISTO. Desgraciadamente el mundo actual con todas sus tragedias y miserias está gobernado por el ANTICRISTO.

El estado caótico en que se encuentra la humanidad actual indubitablemente se debe al ANTICRISTO.

El inicuo de que hablara Pablo de Tarso en sus epístolas es ciertamente un crudo realismo de estos tiempos.

El inicuo ya vino y se manifiesta por doquier, ciertamente tiene el don de la ubicuidad.

Discute en los cafés, hace negociaciones en la ONU, se sienta cómodamente en Ginebra, realiza experimentos de laboratorio, inventa bombas atómicas, cohetes teledirigidos, gases asfixiantes, bombas bacteriológicas, etc., etc., etc.

Fascinado el ANTICRISTO con su propio intelectualismo, exclusividad absoluta de los sabihondos, cree que conoce todos los fenómenos de la naturaleza.

El ANTICRISTO creyéndose a sí mismo omnisciente, embotellado entre todo el podridero de sus teorías, rechaza de plano todo aquello que se parezca a Dios o que se adore.

La auto-suficiencia del ANTICRISTO, el orgullo y la soberbia que posee, es algo insoportable.

El ANTICRISTO odia mortalmente las virtudes cristianas de la fe, la paciencia y la humildad.

Toda rodilla se hinca ante el ANTICRISTO. Obviamente aquél ha inventado aviones ultrasónicos, barcos maravillosos, flamantes automóviles, medicinas sorprendentes, etc.

En estas condiciones, ¿quién podría dudar del ANTICRISTO? Quién se atreva en estos tiempos a pronunciarse contra todos estos milagros y prodigios del hijo de perdición, se condena a sí mismo a la burla de sus semejantes, al sarcasmo, a la ironía, al calificativo de estúpido e ignorante.

Cuesta trabajo hacer entender esto a las gentes serias y estudiosas, éstas en si mismas reaccionan, oponen resistencia.

Es claro que el animal intelectual equivocadamente llamado hombre, es un robot programado con kinder, primarias, secundarias, preparatoria, universidad, etc.

Nadie puede negar que un robot programado funciona de acuerdo con el programa, de ninguna manera podría funcionar si se le sacase del programa.

El ANTICRISTO ha elaborado el programa con el que se programan los robots humanoides de estos tiempos decadentes.

Hacer estas aclaraciones, poner énfasis en lo que estoy diciendo, resulta espantosamente difícil por estar fuera de programa, ningún humanoide robot podría admitir cosas que están fuera del programa.

Es tan grave esta cuestión y tan tremendos los enfrascamientos de la mente, que en modo alguno, un robot humanoide cualquiera, sospecharía ni remotamente que el programa no sirve, pues él ha sido arreglado de acuerdo con el programa, y dudar del mismo le parecería una herejía, algo incongruente y absurdo.

Que un robot dude de su programa es un adefesio, algo absolutamente imposible pues su mismísima existencia se debe al programa.

Desgraciadamente las cosas no son como las piensa el robot humanoide; existe otra ciencia, otra sabiduría, inaceptable para el robot humanoide.

Reacciona el humanoide robot y tiene razón en reaccionar pues no ha sido programado para otra ciencia ni para otra cultura, ni para nada diferente a su consabido programa.

El ANTICRISTO ha elaborado los programas del robot humanoide, el robot se prosterna humilde ante su amo. ¿Cómo podría dudar el robot de la sapiencia de su amo?

Nace el niño inocente y puro; la esencia expresándose en cada criatura es preciosa en gran manera.

Incuestionablemente la naturaleza deposita en los cerebros de los recién nacidos todos esos datos salvajes, naturales, silvestres, cósmicos, espontáneos, indispensables para la captura o aprehensión de las verdades contenidas en cualquier fenómeno natural perceptible para los sentidos.

Esto significa que el niño recién nacido podría por si mismo descubrir la realidad de cada fenómeno natural, desgraciadamente interfiere el programa del ANTICRISTO y las maravillosas cualidades que la naturaleza ha depositado en el cerebro del recién nacido pronto quedan destruidas.

El ANTICRISTO prohíbe pensar en forma diferente; toda criatura que nace, por orden del ANTICRISTO debe ser programada.

No hay duda de que el ANTICRISTO odia mortalmente aquel precioso sentido del Ser, conocido como "facultad de percepción instintiva de las verdades cósmicas".

Ciencia pura, distinta a todo el podridero de teorías universitarias que existen por aquí, por allá y acullá, es algo inadmisible para los robots del ANTICRISTO.

Muchas guerras, hambres y enfermedades ha propagado el ANTICRISTO en toda la redondez de la tierra, y no hay duda de que seguirá propagándolas antes que llegue la catástrofe final.


Desafortunadamente ha llegado la hora de la gran apostasía anunciada por todos los profetas y ningún ser humano se atrevería a pronunciarse contra el ANTICRISTO.

Samael Aun Weor

LA JERGA CIENTIFISTA


La dialéctica lógica resulta condicionada y calificada, además, por las proposiciones "en" y "acerca" que jamás nos llevan a la experiencia directa de lo real.

Los fenómenos de la naturaleza distan mucho de ser como los científicos los ven.

Ciertamente tan pronto un fenómeno cualquiera es descubierto, de inmediato se le califica o rotula con tal o cual terminacho difícil de la jerga científica.

Obviamente esos dificilísimos términos del cientifismo moderno solo sirven de parche para tapar la ignorancia.

Los fenómenos naturales en modo alguno son como los cientifistas los ven.

La vida con todos sus procesos y fenómenos se desenvuelve de momento en momento, de instante en instante, y cuando la mente cientifista la detiene para analizarla, de hecho la mata.

Cualquier inferencia extraída de un fenómeno natural cualquiera, de ninguna manera es igual a la realidad concreta del fenómeno, desgraciadamente la mente del científico alucinada por sus propias teorías cree firmemente en el realismo de sus inferencias.

El intelecto alucinado no solamente ve en los fenómenos reflejo de sus propios conceptos, sino, además, y lo que es peor quiere en forma dictatorial hacer que los fenómenos resulten exactos y absolutamente iguales a todos esos conceptos que se llevan en el intelecto.

El fenómeno de la alucinación intelectual es fascinante, ninguno de esos tontos científicos ultramodernos admitiría la realidad de su propia alucinación.

Ciertamente los sabihondos de estos tiempos en modo alguno admitirían que se les calificase de alucinados.

La fuerza de la auto-sugestión les ha hecho creer en la realidad de todos esos conceptos de la jerga cientifista.

Obviamente la mente alucinada presume de omnisciente y en forma dictatorial quiere que todos los procesos de la naturaleza marchen por los carriles de sus sabihondeces.

No bien ha aparecido un fenómeno nuevo, se le clasifica, se le rotula y se le pone en tal o cual lugar, como si en verdad se le hubiese comprendido.

Son millares los términos que se han inventado para rotular fenómenos, mas nada saben los seudo-sapientes sobre la realidad de aquellos.

Como ejemplo vivido de todo lo que en este capítulo estamos afirmando, citaremos el cuerpo humano.

En nombre de la verdad podemos afirmar en forma enfática que este cuerpo físico es absolutamente desconocido para los científicos modernos.

Una afirmación de esta clase podría aparecer como muy insolente ante los pontífices del cientifismo moderno, incuestionablemente merecemos de ellos la excomunión.

Sin embargo, tenemos bases muy sólidas para hacer tan tremenda afirmación; desgraciadamente las mentes alucinadas están convencidas de su seudo-sapiencia, que ni remotamente podrían aceptar el crudo realismo de su ignorancia.

Si les dijésemos a los jerarcas del cientifismo moderno, que el Conde de Cagliostro, interesantísimo personaje de los siglos XVI, XVII, XVIII todavía vive en pleno siglo XX, si les dijésemos que el insigne Paracelso, insigne facultativo de la edad media, aún existe todavía, podéis estar seguros de que los jerarcas del cientifismo actual se reirían de nosotros y jamás aceptarían nuestras afirmaciones.

Sin embargo, es así: Viven actualmente sobre la faz de la tierra los auténticos mutantes, hombres inmortales con cuerpos que datan de miles y de millones de años hacia atrás.

El autor de esta obra conoce a los mutantes, empero no ignora el escepticismo moderno, la alucinación de los cientifistas y el estado de la ignorancia de los sabihondos.

Por todo esto en modo alguno caeríamos en la ilusión de creer que los fanáticos de la jerga científica aceptasen la realidad de nuestras insólitas declaraciones.

El cuerpo de cualquier mutante es un franco desafío a la jerga científica de estos tiempos.

El cuerpo de cualquier mutante puede cambiar de figura y retornar luego a su estado normal sin recibir daño alguno.

El cuerpo de cualquier mutante puede penetrar instantáneamente en la cuarta vertical y hasta asumir cualquier forma vegetal o animal y retornar posteriormente a su estado normal sin recibir perjuicio alguno.

El cuerpo de cualquier mutante desafía violentamente a viejos textos de Anatomía oficial.

Desgraciadamente ninguna de estas declaraciones podría vencer a los alucinados de la jerga cientifista.

Esos señores, sentados sobre sus solios pontificios, incuestionablemente nos mirarán con desdén, tal vez con ira, y posiblemente hasta con un poco de piedad.

Empero, la verdad es lo que es, y la realidad de los mutantes es un franco desafío a toda teoría ultramoderna.

El autor de la obra conoce a los mutantes pero no espera que nadie le crea.

Cada órgano del cuerpo humano está controlado por leyes y fuerzas que ni remotamente conocen los alucinados de la jerga cientifista.

Los elementos de la naturaleza son en sí mismos desconocidos para la ciencia oficial; las mejores fórmulas químicas están incompletas: H2O, dos átomos de Hidrógeno y uno de Oxígeno para formar agua, resulta empírico.

Sí tratamos de juntar en un laboratorio el átomo de Oxígeno con los dos de Hidrógeno, no resulta agua ni nada porque esta fórmula está incompleta, le falta el elemento fuego, solo con este citado elemento podría crearse agua.

La intelección por muy brillante que parezca no puede conducirnos jamás a la experiencia de lo real.

La clasificación de sustancias y los terminachos difíciles con que se rotula a las mismas, sólo sirve como parche para tapar la ignorancia.

Eso de querer el intelecto que tal o cual sustancia posee determinado nombre y características, resulta absurdo e insoportable.

¿Porqué el intelecto presume de omnisciente? ¿Porqué se alucina creyendo que las sustancias y fenómenos son como él cree que son? ¿Porqué quiere la intelección que la naturaleza sea una réplica perfecta de todas sus teorías, conceptos, opiniones, dogmas, preconceptos, prejuicios?

En realidad los fenómenos naturales no son como se cree que son, y las substancias y fuerzas de la naturaleza de ninguna manera son como el intelecto piensa que son.

La conciencia despierta no es la mente, ni la memoria, ni semejante. Solo la conciencia liberada puede experimentar por sí misma y en forma directa la realidad de la vida libre en su movimiento.


Empero debemos afirmar en forma enfática que en tanto exista dentro de nosotros mismos cualquier elemento subjetivo, la conciencia continuará embotellada entre tal elemento y por ende no podrá gozar de la iluminación continua y perfecta.

Saludos,

Samael Aun Weor

LA DIALÉCTICA DE LA CONCIENCIA


En el trabajo esotérico relacionado con la eliminación de los elementos indeseables que cargamos en nuestro interior, surge a veces el fastidio, el cansancio y el aburrimiento.

Incuestionablemente necesitamos volver siempre al punto de partida original y revalorizar los fundamentos del trabajo psicológico, si es que de verdad anhelamos un cambio radical.

Amar el trabajo esotérico es indispensable cuando de verdad se quiere una transformación interior completa.

En tanto no amemos el trabajo psicológico conducente al cambio, la reevaluación de principios resulta algo más que imposible.

Sería absurdo suponer que pudiésemos interesarnos por el trabajo, si en realidad no hemos llegado a amarle.

Esto significa que el amor es inaplazable cuando en una y otra vez tratamos de revalorizar fundamentos del trabajo psicológico.

Urge ante todo saber qué es eso que se llama conciencia, pues son muchas las gentes que nunca se han interesado por saber nada sobre la misma.

Cualquier persona común y corriente jamás ignoraría que un boxeador al caer noqueado sobre el ring pierde la conciencia.
Es claro que al volver en si, el desventurado púgil adquiere nuevamente la conciencia.

Secuencialmente cualquiera comprende que existe una clara diferencia entre la personalidad y la conciencia.

Al venir al mundo todos tenemos en la existencia un tres por ciento de conciencia y un noventa y siete por ciento repartible entre subconciencia, infraconciencia e inconsciencia.

El tres por ciento de conciencia despierta puede ser acrecentada a medida que trabajemos sobre sí mismos.

No es posible acrecentar conciencia mediante procedimientos exclusivamente físicos o mecánicos.

Indubitablemente la conciencia solamente puede despertar a base de trabajos conscientes y padecimientos voluntarios.

Existen varios tipos de energía dentro de nosotros mismos, debemos comprender: Primera.- energía mecánica. Segunda.- energía vital. Tercera.- energía psíquica. Cuarta.- energía mental. Quinta.- energía de la voluntad. Sexta.- energía de la conciencia. Séptima.- energía del espíritu puro.

Por mucho que multiplicáramos la energía estrictamente mecánica, jamás lograríamos despertar conciencia.

Por mucho que incrementáramos las fuerzas vitales dentro de nuestro organismo, nunca llegaríamos a despertar conciencia.

Muchos procesos psicológicos se realizan dentro de sí mismos, sin que por ello intervenga para nada la conciencia.

Por muy grandes que sean las disciplinas de la mente, la energía mental no logrará nunca despertar los diversos funcionalismos de la conciencia.

La fuerza de la voluntad aunque fuese multiplicada hasta el infinito no consigue despertar conciencia.

Todos estos tipos de energía se escalonan en distintos niveles y dimensiones que nada tienen que ver con la conciencia.

La conciencia sólo puede ser despertada mediante trabajos conscientes y rectos esfuerzos.

El pequeño porcentaje de conciencia que la humanidad posee, en vez de ser incrementada suele ser derrochado inútilmente en la vida.

Es obvio que al identificarnos con todos los sucesos de nuestra existencia despilfarramos inútilmente la energía de la conciencia.

Nosotros deberíamos ver la vida como una película sin identificarnos jamás con ninguna comedia, drama o tragedia, así ahorraríamos energía concientiva.

La conciencia en sí misma es un tipo de energía con elevadísima frecuencia vibratoria.

No hay que confundir a la conciencia con la memoria, pues son tan diferentes la una de la otra, como lo es la luz de los focos del automóvil con relación a la carretera por donde andamos.

Muchos actos se realizan dentro de nosotros mismos, sin participación alguna de eso que se llama conciencia.

En nuestro organismo suceden muchos ajustes y reajustes, sin que por ello la conciencia participe en los mismos.

El centro motor de nuestro cuerpo puede manejar un automóvil o dirigir los dedos que tocan en el teclado de un piano sin la más insignificante participación de la conciencia.

La conciencia es la luz que el inconsciente no percibe.

El ciego tampoco percibe la luz física solar, mas ella existe por sí misma.

Necesitamos abrirnos para que la luz de la conciencia penetre en las tinieblas espantosas del mí mismo, del sí mismo.

Ahora comprenderemos mejor el significado de las palabras de Juan, cuando en el Evangelio dice: "La luz vino a las tinieblas, pero las tinieblas no la comprendieron".

Mas sería imposible que la luz de la conciencia pudiese penetrar dentro de las tinieblas del yo mismo, si previamente no usáramos el sentido maravilloso de la auto-observación psicológica.

Necesitamos franquearle el paso a la luz para iluminar las profundidades tenebrosas del Yo de la Psicología.

Uno jamás se auto-observaría si no tuviese interés en cambiar, tal interés sólo es posible cuando uno ama de verdad las enseñanzas esotéricas.

Ahora comprenderán nuestros lectores, el motivo por el cual aconsejamos revalorizar una y otra vez las instrucciones concernientes al trabajo sobre sí mismo.

La conciencia despierta, nos permite experimentar en forma directa la realidad.

Desafortunadamente el animal intelectual, equivocadamente llamado hombre, fascinado por el poder formulativo de la lógica dialéctica, ha olvidado la dialéctica de la conciencia.

Incuestionablemente el poder para formular conceptos lógicos resulta en el fondo terriblemente pobre.

De la tesis podemos pasar a la antítesis y mediante la discusión llegar a la síntesis, más esta última en sí misma continua siendo un concepto intelectual que en modo alguno puede coincidir con la realidad.

La Dialéctica de la Conciencia es más directa, nos permite experimentar la realidad de cualquier fenómeno en sí mismo.

Los fenómenos naturales en modo alguno coinciden exactamente con los conceptos formulados por la mente.

La vida se desenvuelve de instante en instante y cuando la capturamos para analizarla, la matamos.

Cuando intentamos inferir conceptos al observar tal o cual fenómeno natural, de hecho dejamos de percibir la realidad del fenómeno y sólo vemos en el mismo, el reflejo de las teorías y conceptos rancios que en modo alguno tienen que ver nada con el hecho observado.

La alucinación intelectual es fascinante y queremos a la fuerza que todos los fenómenos de la naturaleza coincidan con nuestra lógica dialéctica.

La dialéctica de la conciencia se fundamenta en las experiencias vividas y no en el mero racionalismo subjetivo.

Todas las leyes de la naturaleza existen dentro de nosotros mismos y si entre nuestro interior no las descubrimos, jamás las descubriremos fuera de sí mismos.

El hombre está contenido en el Universo y el Universo está contenido en el hombre.

Real es aquello que uno mismo experimenta en su interior, sólo la conciencia puede experimentar la realidad.

El lenguaje de la conciencia es simbólico, íntimo, profundamente significativo y sólo los despiertos lo pueden comprender.


Quien quiera despertar conciencia debe eliminar de su interior todos los elementos indeseables que constituyen el Ego, el Yo, el Mí mismo, dentro de los cuales se halla embotellada la esencia.

Saludos,

V.M. Samael Aun Weor