Esta
cuestión del mí mismo, lo que yo soy, eso que piensa, siente y actúa, es algo
que debemos auto-explorar para conocer profundamente.
Existen
por doquiera muy lindas teorías que atraen y fascinan; empero de nada serviría
todo eso si no nos conociésemos a sí mismos.
Es
fascinante estudiar astronomía o distraerse un poco leyendo obras serias, sin
embargo, resulta irónico convertirse en un erudito y no saber nada sobre sí
mismo, sobre el yo soy, sobre la humana personalidad que poseemos.
Cada
cual es muy libre de pensar lo que quiera y la razón subjetiva del animal
intelectual equivocadamente llamado hombre da para todo, lo mismo puede hacer
de una pulga un caballo que de un caballo una pulga; son muchos los
intelectuales que viven jugando con el racionalismo ¿Y después de todo qué?
Ser
erudito no significa ser sabio. Los ignorantes ilustrados abundan como la mala
hierba y no solamente no saben sino, además, ni siquiera saben que no saben.
Entiéndase
por ignorantes ilustrados los sabihondos que creen que saben y ni siquiera se
conocen a sí mismos.
Podríamos
teorizar hermosamente sobre el yo de la Psicología, mas no es eso precisamente
lo que nos interesa en este capítulo.
Necesitamos
conocernos a sí mismos por vía directa sin el proceso deprimente de la opción.
En
modo alguno sería esto posible sino nos auto-observáramos en acción de instante
en instante, de momento en momento.
No
se trata de vernos a través de alguna teoría o de una simple especulación
intelectiva.
Vernos
directamente tal cual somos es lo interesante; sólo así podremos llegar al
conocimiento verdadero de sí mismos.
Aunque
parezca increíble nosotros estamos equivocados con respecto a sí mismos.
Muchas
cosas que creemos no tener tenemos y muchas que creemos tener no tenemos.
Nos
hemos formado falsos conceptos sobre si mismos y debemos hacer un inventario
para saber qué nos sobra y qué nos falta.
Suponemos
que tenemos tales o cuales cualidades que en realidad no tenemos y muchas
virtudes que poseemos ciertamente las ignoramos.
Somos
gente dormida, inconsciente y eso es lo grave. Desafortunadamente pensamos de
sí mismos lo mejor y ni siquiera sospechamos que estamos dormidos.
Las
sagradas escrituras insisten en la necesidad de despertar, mas no explican el
sistema para lograr ese despertar.
Lo
peor del caso es que son muchos los que han leído las sagradas escrituras y ni
siquiera entienden que están dormidos.
Todo
el mundo cree que se conoce a sí mismo y ni remotamente sospechan que existe
"la doctrina de los muchos".
Realmente
el yo psicológico de cada cual es múltiple, deviene siempre como muchos.
Con
esto queremos decir que tenemos muchos yoes y no uno solo como suponen siempre
los ignorantes ilustrados.
Negar
la doctrina de los muchos es hacerse tonto a sí mismo, pues de hecho sería el
colmo de los colmos ignorar las contradicciones íntimas de que cada uno de
nosotros posee.
Voy
a leer un periódico, dice el yo del intelecto; al diablo con tal lectura,
exclama el yo del movimiento; prefiero ir a dar un paseo en bicicleta. Qué
paseo ni qué pan caliente, grita un tercero en discordia; prefiero comer, tengo
hambre.
Si
nos pudiésemos ver en un espejo de cuerpo entero, cual somos, descubriríamos
por sí mismos en forma directa la doctrina de los muchos.
La
humana personalidad es tan solo una marioneta controlada por hilos invisibles.
El
yo que hoy jura amor eterno por la Gnosis, es más tarde desplazado por otro yo
que nada tiene que ver con el juramento; entonces el sujeto se retira.
El
yo que hoy jura amor eterno a una mujer es más tarde desplazado por otro que
nada tiene que ver con ese juramento, entonces el sujeto se enamora de otra y
el castillo de naipes se va al suelo.
El
animal intelectual equivocadamente llamado hombre es como una casa llena de
mucha gente.
No
existe orden ni concordancia alguna entre los múltiples yoes, todos ellos riñen
entre sí y se disputan la supremacía. Cuando alguno de ellos consigue el
control de los centros capitales de la máquina orgánica, se siente el único, el
amo, empero al fin es derrocado.
Considerando
las cosas desde este punto de vista, llegamos a la conclusión lógica de que el
mamífero intelectual no tiene verdadero sentido de responsabilidad moral.
Incuestionablemente
lo que la máquina diga o haga en un momento dado, depende exclusivamente del
tipo de yo que en esos instantes la controle.
Dicen
que Jesús de Nazareth sacó del cuerpo de Maria Magdalena siete demonios, siete
yoes, viva personificación de los siete pecados capitales.
Obviamente
cada uno de estos siete demonios es cabeza de legión, por ende debemos sentar
como corolario que el Cristo íntimo pudo expulsar del cuerpo de la Magdalena
millares de yoes.
Reflexionando
todas estas cosas podemos inferir claramente que lo único digno que nosotros
poseemos en nuestro interior es la ESENCIA, desafortunadamente la misma se
encuentra enfrascada entre todos esos múltiples yoes de la Psicología
revolucionaria.
Es
lamentable que la esencia se procese siempre en virtud de su propio
embotellamiento.
Incuestionablemente
la esencia o conciencia que es lo mismo, duerme profundamente.
Samael Aun Weor
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