CONCEPTO Y REALIDAD
¿Quién
o qué puede garantizar que el concepto y la realidad resulten absolutamente
iguales?
El
concepto es una cosa y la realidad es otra y existe tendencia a sobrestimar
nuestros propios conceptos.
Realidad
igual a concepto es algo casi imposible, sin embargo, la mente hipnotizada por
su propio concepto supone siempre que éste y realidad son iguales.
A
un proceso psicológico cualquiera correctamente estructurado mediante una
lógica exacta, se le opone otro diferente reciamente formado con lógica similar
o superior, ¿entonces qué?
Dos mentes
severamente disciplinadas dentro de férreas estructuras intelectuales
discutiendo entre sí, polemizando, sobre tal o cuál realidad creen cada una en
la exactitud de su propio concepto y en la falsedad del concepto ajeno, ¿Mas
cuál de ellas tiene la razón?, ¿Quién podría honradamente salir de garantes en
uno u otro caso?, ¿En cuál de ellos, concepto y realidad resultan iguales?
Incuestionablemente
cada cabeza es un mundo y en todos y en cada uno de nosotros existe una especie
de dogmatismo pontificio y dictatorial que quiere hacernos creer en la igualdad
absoluta de concepto y realidad.
Por
muy fuertes que sean las estructuras de un razonamiento nada puede garantizar
la igualdad absoluta de conceptos y realidad.
Quienes
están auto-encerrados dentro de cualquier procedimiento logístico intelectual
quieren hacer siempre coincidir la realidad de los fenómenos con los elaborados
conceptos y esto no es más que el resultado de la alucinación razonativa.
Abrirse
a lo nuevo es la difícil facilidad del clásico; desgraciadamente la gente
quiere descubrir, ver en todo fenómeno natural sus propios prejuicios,
conceptos, preconceptos, opiniones y teorías; nadie sabe ser receptivo, ver lo
nuevo con mente limpia y espontánea.
Que
los fenómenos le hablen al sabio sería lo indicado; desafortunadamente los
sabios de estos tiempos no saben ver los fenómenos, sólo quieren ver en los
mismos la confirmación de todos sus preconceptos.
Aunque
parezca increíble los científicos modernos nada saben sobre los fenómenos
naturales.
Cuando
vemos en los fenómenos de la naturaleza exclusivamente nuestros propios
conceptos, ciertamente no estamos viendo los fenómenos sino los conceptos.
Empero,
alucinados los tontos científicos por su fascinante intelecto, creen en forma
estúpida que cada uno de sus conceptos es absolutamente igual a tal o cual
fenómeno observando, cuando la realidad es diferente.
No
negamos que nuestras afirmaciones sean rechazadas por todo aquel que esté
auto-encerrado por tal o cual procedimiento logístico; incuestionablemente la
condición pontificia y dogmática del intelecto en modo alguno podría aceptar
que a tal o cual concepto correctamente elaborado, no coincida exactamente con
la realidad.
Tan pronto
la mente, a través de los sentidos, observa tal o cual fenómeno, se apresura de
inmediato a roturarlo con tal o cual término cientifista que
incuestionablemente sólo viene a servir como parche para tapar la propia
ignorancia.
La
mente no sabe realmente ser receptiva a lo nuevo, más si sabe inventar
complicadísimos términos con los cuales pretende calificar en forma
auto-engañosa lo que ciertamente ignora.
Hablando
esta vez en sentido Socrático, diremos que la mente no solamente ignora, sino,
además, ignora que ignora.
La
mente moderna es terriblemente superficial, se ha especializado en inventar
términos hechos dificilísimos para tapar su propia ignorancia.
Existen
dos clases de ciencia: la primera no es más que ese podridero de teorías
subjetivas que abundan por allí. La segunda es la ciencia pura de los grandes
iluminados, la ciencia objetiva del Ser.
Indubitablemente
no sería posible penetrar en el anfiteatro de la ciencia cósmica, si antes no
hemos muerto en sí mismos.
Necesitamos
desintegrar todos esos elementos indeseables que cargamos en nuestro interior,
y que en su conjunto constituyen en sí mismo, el Yo de la Psicología.
En
tanto la conciencia superlativa del ser continúe embotellada entre el mí mismo,
entre mis propios conceptos y teorías subjetivas, resulta absolutamente
imposible conocer directamente la cruda realidad de los fenómenos naturales en
sí mismos.
La
llave del laboratorio de la naturaleza, la tiene en su mano diestra el Ángel de
la Muerte.
Muy
poco podemos aprender del fenómeno del nacimiento, más de la muerte podremos
aprender todo.
El
templo inviolado de la ciencia pura se encuentra en el fondo de la negra
sepultura. Si el germen no muere la planta no nace. Sólo con la muerte adviene
lo nuevo.
Cuando
el Ego muere, la conciencia despierta para ver la realidad de todos los
fenómenos de la naturaleza tal cual son en sí mismos y por sí mismos.
La
conciencia sabe lo que directamente experimenta por sí misma, el crudo realismo
de la vida más allá del cuerpo, de los afectos y de la mente.
Samael Aun Weor
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